"Cada atardecer es como volver a mirar el pasado, no quiero que ocurra de nuevo. Solo quiero vivir el hoy y soñar el mañana porque mirando el pasado cometeré mas errores, sufrir por nada devuelta."

Escrito por Gonzalo Julián Salazar.


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6.7.08



Las nubes más rápidas que ayer se desplazaban por el cielo gris, tormentoso y de ellas se desprendían las gotas que generaban una lluvia feroz, sobre Buenos Aires. Chocaban contra el piso de la Terminal de Ómnibus de Retiro y rebotaban consecutivamente por distintos lados. Una oleada de frío helado golpeaba mi cara y mi boca se secaba lentamente. El clima era espantoso.
Las risas y las charlas que crecían por allí, generaban en mi una "parada de tiempo", fuera del mundo real y donde yo podía pensar. Parecía que me esfumaba con el viento hacia otra realidad imaginaria, donde mis palabras se hacían crujir entre mil voces y yo mandaba. La timidez iba desapareciendo poco a poco y una risa sarcástica aparecía en mi rostro. Era irónico de mi parte pensarte aún no queriéndote o tal vez no recibiendo amor tuyo. Aquel lugar me debilitaba, mi fragilidad reinaba en mi interior y mi protagonismo desaparecía. Lagrimas no eran si no que gotas de agua caídas de las nubes, quienes borraban mi sonrisa fingida de aquel momento y hacían que mi cara se viera peor de que lo tendría que estar.
De pronto mi hermano me abrazo y yo lo despedí con un beso amigable. Sus ojos eran idénticos a los mios, un poco más claros y chiquitos. Subió al micro y se desplomo contra el respaldo de la butaca, dejando caer su mochila que contenía caramelos y otras golosinas comestibles. El reloj marcaban las cinco de la tarde y se empezaba a escuchar el arrancar del ómnibus, que brutalmente sonaba. Su mano se agitaba por los aires y su sonrisa se apoderaba del bienestar de mi mama. Papa también saludaba cordialmente a sus compañeros de viaje y yo contemplaba todo desde la vereda de la parte trasera de la terminal.
Otra vez sentía como la soledad junto al malestar se cernían sobre mi prohibiéndome el paso a la verdad. Al parecer me dí cuenta tarde de cuanta falsedad había en estas pocas y vacías palabras que escribí. Ahora sentado en la silla que se encuentra cerca de la computadora, lo extraño tanto como a sus chistes y a sus peleas.

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