Miro por la ventana y pequeñas gotas de lluvia resbalan acariciándola. Mi mente, absorta en pensamientos que me carcomen de a poco, y mis ojos fijos en cada acabado del recorrido de mis lagrimas que se reflejan en el espejo que sostengo en la mano. No son las gotas de la lluvia las que hacen de mi estado animo un dolor inexistente si no, mi llanto. Me duelen los pies de tanto correr sin saber a donde ir, me duelen el estomago de tanto vomitar la maldad que llevo escondida, me duele el alma y mi cuerpo se inquieta.
El chofer del taxi me pregunta que me pasa y le respondo con un simple nada. Creo que su pregunta fue algo desubicada (son mis problemas señor), pero siendo así creo que me hizo sentir un poco mejor. Al menos alguien intento SABER que me pasaba, un desconocido, que locura y que idiotez.
Llego a casa y pongo el cd con las canciones que más me gustan. Lo escucho entero y algo me llama a la cama. Pronto llega el sueño y mis ojos una vez más se cierran.